sabrá comprender si le cuento las razones de mi prisa.
Verá,
hace casi media hora
están merendando en casa
dos tropeles temerarios,
como esos ancianos tétricos,
petrificados;
las comisuras,
si viera usted,
todas babeadas
-ya lo creo,
arruinarán el bello parquet francés de su salón...
-No tenga duda.
Dios y María Santísima,
¡cómo se babean esos hombres!...
todos veteranos de
usan labial morado en las dentaduras
¡Ah!
miserables mersas mugrientos...
moldean mortajas para morder maxilares magníficamente.
Siempre acomodan sus chaquetas,
las muecas rígidas a la par
para gustarles en simultáneo a las pobres viudas del poblado,
oh, me olvidaba...
se comenta también que en sus viejas mansiones,
preste atención a este detalle por favor,
esconden cada uno
la asombrosa suma de
¡doscientos setenta y cuatro manojos de rencores!,
oyó bien
extirpados, probablemente,
en algún regimiento,
allá,
por Saigón,
repleto de pobres diablos,
iguales o peores que ellos,
como si fuese
ya sabe,
un botín bélico....
....¿¡qué!?
¡no me mire así!
era inevitable,
mamá los invitó
"parecen ser excelentes candidatos", dijo.
Además, dígame una cosa,
¿desperdiciaría la oportunidad de vivir como un eterno bacán?...
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